El relato de mi terapia tal vez lo ponga aquà en un futuro, puesto que todavÃa no termina, y según creo, todavÃa me falta bastante.
Aún asÃ, uno de los puntos más importantes que me ha dado la terapia, es poder darme cuenta de ciertas cosas que antes me aludÃan. Me he percatado de actitudes tanto mÃas como de otros, unas buenas, otras horribles y destructivas.
Es asà que me voy enterando de muchas más cosas de las que quisiera, en general relacionado con la gente que consideraba cercana. Y es que en realidad esto no es necesariamente nuevo para mÃ; ya hace tiempo habÃa cortado relaciones con varias amistades por lo mismo. Sin embargo ahora me ataca el descubrimiento de que esto pasa con mis amigos más cercanos, con mi familia y con mis propios padres.
La semana pasada me golpeó de frente. A la gente no le importa lo que yo pienso, ni lo que tengo que decir. La idea arraigada de ellos hacia mà es un constructo sólido que no tiene posibilidad de cambiar. Desde hace más de 5 años me prometà dejar de hablar cuando no sintiera la aceptación de lo que decÃa. Esto corto muchÃsima comunicación con gente cercana (mi hermana, por ejemplo).
Ella solÃa acusarme de que la desesperaba ante el menor comentario imprudente que me saliera. Ni siquiera tenÃa oportunidad de redimirme, de corregirme o de sustentar lo que decÃa. Si era un hecho, algo sólido e inamovible, era un tanto peor; llegar con datos firmes era un golpe directo a su cordura. "No porque lo diga una página es verdad", me decÃa.
Entonces ella siempre se ha referido a mà como una persona "mamona", sin sentimientos, alguien a quien no le importan los demás. Poco se entera ella que me importan mucho, y que la falta de interés de los otros hacia mà me destroza lentamente por lo que decidà aislarme emocionalmente de ello.
No es la única que me hizo darme cuenta de eso. Mi papá me hizo una pregunta cuando me pidió algo. -¿Y si no lo utilizara justo ahora, me lo negarÃas? -Si - le contesté. Cuando intenté explicarle el porqué de mi respuesta, inmediatamente me atacó diciéndome: "A mi no me vas a tratar como un niño". Y eso se me clavó en la cabeza. ¿En verdad trato asà a la gente?
La respuesta es que no, pero él sà me trata a mà como uno. Es tan amplio el páramo entre la realidad de mi persona contra lo que la gente idealiza, que sus ideas amorfas ya no conjugan en absoluto conmigo. Él cree que lo trato como un niño, sin darse cuenta que lo que él no tolera es que yo, alguien (en su idea) claramente inferior a él tanto intelectual como moralmente, lo corrija.
Mi hermana hace poco empezó un emprendimiento. Vende comida hecha en casa. No es un logro pobre ni mucho menos, pero el nivel de adulación hacia ella fue sobrecogedor. En mi trabajo me promovieron hace dÃas. "Ya eres un albañil", me dijo mi papá.
No importa lo que aporte, los méritos que obtenga, los logros personales o laborales, siempre seré un niño mimado para ellos. Y lo que más me duele es que nunca lo fui.
Pero cuando te das cuenta de eso, no tienes otra alternativa más que decidir qué hacer con eso: Intentar cambiar la percepción de los demás, o aceptar y soportar lo que los demás digan o piensen de ti.
Yo me he decidido, si no tengo la fuerza mental para cambiarme a mi mismo, jamás lo intentaré con alguien más. Si ellos están tan seguros de quién soy, sin ver hacia adentro e intentar entender por qué soy asà con ellos (a pesar de haberme intentado explicar muchas veces), entonces no vale la pena intentarlo más.
No soy perfecto ni pretendo serlo, pero no creo que lidiar con eso mejore las cosas, si acaso logrará empeorarme a mÃ, y nada más.
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