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domingo, 13 de septiembre de 2020

Cuando te das cuenta

Empecé a ir con la psicóloga hace 2 años. Acababa de regresar de un viaje soñado, pasé un mes explorando Europa, fuera de responsabilidades y del tedio diario. Regresaba a una estabilidad relativamente buena: cambiaba de casa y me iba a vivir con una muy buena amiga, el trabajo estaba mejor que nunca, y no tenía problemas con la familia en absoluto, pero aún así me estaba desmoronando por dentro.


El relato de mi terapia tal vez lo ponga aquí en un futuro, puesto que todavía no termina, y según creo, todavía me falta bastante.

Aún así, uno de los puntos más importantes que me ha dado la terapia, es poder darme cuenta de ciertas cosas que antes me aludían. Me he percatado de actitudes tanto mías como de otros, unas buenas, otras horribles y destructivas.

Es así que me voy enterando de muchas más cosas de las que quisiera, en general relacionado con la gente que consideraba cercana. Y es que en realidad esto no es necesariamente nuevo para mí; ya hace tiempo había cortado relaciones con varias amistades por lo mismo. Sin embargo ahora me ataca el descubrimiento de que esto pasa con mis amigos más cercanos, con mi familia y con mis propios padres.

La semana pasada me golpeó de frente. A la gente no le importa lo que yo pienso, ni lo que tengo que decir. La idea arraigada de ellos hacia mí es un constructo sólido que no tiene posibilidad de cambiar. Desde hace más de 5 años me prometí dejar de hablar cuando no sintiera la aceptación de lo que decía. Esto corto muchísima comunicación con gente cercana (mi hermana, por ejemplo). 

Ella solía acusarme de que la desesperaba ante el menor comentario imprudente que me saliera. Ni siquiera tenía oportunidad de redimirme, de corregirme o de sustentar lo que decía. Si era un hecho, algo sólido e inamovible, era un tanto peor; llegar con datos firmes era un golpe directo a su cordura. "No porque lo diga una página es verdad", me decía.

Entonces ella siempre se ha referido a mí como una persona "mamona", sin sentimientos, alguien a quien no le importan los demás. Poco se entera ella que me importan mucho, y que la falta de interés de los otros hacia mí me destroza lentamente por lo que decidí aislarme emocionalmente de ello.

No es la única que me hizo darme cuenta de eso. Mi papá me hizo una pregunta cuando me pidió algo. -¿Y si no lo utilizara justo ahora, me lo negarías? -Si - le contesté. Cuando intenté explicarle el porqué de mi respuesta, inmediatamente me atacó diciéndome: "A mi no me vas a tratar como un niño". Y eso se me clavó en la cabeza. ¿En verdad trato así a la gente?

La respuesta es que no, pero él sí me trata a mí como uno. Es tan amplio el páramo entre la realidad de mi persona contra lo que la gente idealiza, que sus ideas amorfas ya no conjugan en absoluto conmigo. Él cree que lo trato como un niño, sin darse cuenta que lo que él no tolera es que yo, alguien (en su idea) claramente inferior a él tanto intelectual como moralmente, lo corrija. 

Mi hermana hace poco empezó un emprendimiento. Vende comida hecha en casa. No es un logro pobre ni mucho menos, pero el nivel de adulación hacia ella fue sobrecogedor. En mi trabajo me promovieron hace días. "Ya eres un albañil", me dijo mi papá.

No importa lo que aporte, los méritos que obtenga, los logros personales o laborales, siempre seré un niño mimado para ellos. Y lo que más me duele es que nunca lo fui. 

Pero cuando te das cuenta de eso, no tienes otra alternativa más que decidir qué hacer con eso: Intentar cambiar la percepción de los demás, o aceptar y soportar lo que los demás digan o piensen de ti.

Yo me he decidido, si no tengo la fuerza mental para cambiarme a mi mismo, jamás lo intentaré con alguien más. Si ellos están tan seguros de quién soy, sin ver hacia adentro e intentar entender por qué soy así con ellos (a pesar de haberme intentado explicar muchas veces), entonces no vale la pena intentarlo más.

No soy perfecto ni pretendo serlo, pero no creo que lidiar con eso mejore las cosas, si acaso logrará empeorarme a mí, y nada más.

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